Hace siete años fui de viaje de turismo a la India y acabó siendo una aventura vital. Antes trabajaba como periodista económico en Barcelona. La realidad que vi en Bombay me impactó. Hay 20 millones de habitantes que viven por debajo del umbral de la pobreza. Y la pobreza sigue creciendo porque cada día entran en Bombay 900 personas procedentes de las zonas de alrededor. La India financiera, esplendorosa, paradójicamente acumula pobreza día a día.

Ante cualquier realidad social que no nos guste, debemos luchar para arreglarla. Estamos acostumbrados a quejarnos del mundo, a criticarlo, y si pensamos que queremos cambiarlo, debemos empezar por nosotros mismos.

Con este impacto y este sentimiento, entré en contacto con un orfanato donde había 40 niños con pasados terribles y una gestión financiera difícil, que provoca que muchos de estos centros tengan que acabar cerrando las puertas.

Cuando monté la organización Sonrisas de Bombay no pensé que fuera un héroe, sino que hacía ejercicio de la humanidad, que es lo que debe aportar justicia al mundo.

La ilusión fue la que en aquel momento me dio energía para transformar la realidad social que no me gustaba. No venía del sector no lucrativo ni del sector de cooperación para el desarrollo, ni tenía conocimientos de recursos humanos, ni de gestión económica, etc. y me he estado formando con cursos y másters. Porque la ilusión es el alma que nos empuja a dar una forma más educativa y más profesional a nuestro cuerpo.

En este momento, Sonrisas de Bombay ha ayudado a más de 6.000 beneficiarios, y se está implantando el plan estratégico  para el 2015. Hemos conseguido que unas 50 personas de las guarderías que gestionamos tengan más autoestima y sean capaces de ejercer su rol de liderazgo en la comunidad. La ilusión también ha hecho que los familiares participen en el proceso educativo. Se han creado una serie de cooperativas con las mujeres de la comunidad para que puedan ser autosuficientes, sin la intervención de la organización. Hemos involucrado a funcionarias y mujeres que trabajan en 900 escuelas municipales para optimizar el sistema educativo. También hemos sido el motor que ha hecho que los primeros beneficiarios de hace siete años continúen con sus estudios, incluso universitarios, y hayan podido romper el círculo de la pobreza que les deparaba su destino.

 ¿Qué hemos hecho hoy para mejorar el mundo en el que vivimos? Igual que pienso que el mundo de las ongs se debe empresarializar, el sector empresarial también se debe hacer más social.Y la crisis es una buena oportunidad para plantear esta misión.

El mundo no deja de ser un jardín, por tanto, si queremos un jardín bonito, somos nosotros los que debemos plantar las flores.