Este proyecto comenzó en la escuela, con programas de voluntariado y de recogida de fondos para causas sociales.
Como resultado de la impotencia que sentía al no poder evitar muertes de niños por el hecho de no tener acceso al agua potable, inicié este proyecto.
Al cabo de un año ya había conseguido reunir el apoyo necesario para construir un pozo en una escuela de Uganda, que dos años más tarde pude visitar personalmente y así comprobar el impacto que esta instalación tenía en aquellas comunidades.
Actualmente la Ryan’s Well Foundation ha ayudado a construir más de 700 pozos y 900 letrinas que han permitido mejorar las condiciones de salubridad de unas 745.000 personas.
Además, formamos a terceros para que multipliquen los conocimientos sobre la gestión eficiente del agua de las comunidades en las que instalamos pozos.
El proyecto ha ido adquiriendo cada vez mayores dimensiones, y cuanto mayor me hago más sentido le veo.
No vale decir «yo solo soy un niño», «yo solo soy un joven», «yo solo soy un maestro»...: nuestra capacidad no es limitada. Todos los inicios son buenos, y en colaboración con otras personas todos somos capaces de hacer llegar nuestra ayuda muy lejos.
No soy ningún superhéroe. Podemos hacer cosas extraordinarias siendo normales.
Vale la pena hacer voluntariado, sin dejar a un lado cualquier otro interés que podamos tener en la vida. Solo hay que ser conscientes cuando encontramos una pasión: luchar por ella, conseguir que nos haga felices e intentar tener un impacto en otras personas.