El siglo XXI lo está cambiando todo. Y eso, ¿qué tiene que ver con nosotros? Pues tiene mucho que ver con nuestras historias.
Cuando acabé la universidad me fui de viaje a Sudáfrica. Quería perderme, ver otro mundo, vivir otras experiencias, escuchar otros sonidos, percibir otros olores... Al final acabé en el Congo, y allí encontré destrucción por todas partes. El quinto día de estar allí llegué por casualidad a un campamento militar donde había muchos niños que se entrenaban para combatir al bando rebelde. Los que conseguían escapar y pedían ayuda al ejército eran castigados por haber cometido crímenes que se habían visto obligados a perpetrar sin ni siquiera saber por qué. Eran niños de ocho, nueve, diez años.
Y nosotros, ¿qué hacíamos allí?
Comenzamos a hablar con los niños, mientras esperábamos poder volver a nuestro confortable mundo. Por un lado, me di cuenta de que estos niños tenían una vida totalmente diferente de la que yo había tenido en Estados Unidos, pero en el fondo todos compartíamos sentimientos similares, nos reíamos de los mismos chistes, añorábamos las mismas cosas... ¡Teníamos mucho en común!
Me explicaron que a los más pequeños, a los que no tenían suficiente fuerza en los brazos para cargar con un fusil, los enviaban a primera línea del frente con un silbato, que ayudaba a detectar al enemigo, y allí se convertían en carne de cañón. Eran los primeros en caer.
Después de escuchar esta triste historia escribí un pequeño diario que titulé «Falling Whistles» (silbatos caídos), y lo envié por correo electrónico a todos mis conocidos. Al cabo de unas horas tenía decenas de correos de respuesta preguntándome qué podían hacer.
Y yo, después de veinte años de estudios, ¡no sabía ni por donde comenzar!
Iniciamos así una campaña que ha conseguido formar a líderes locales para evitar esta situación. Pero aún hoy, mientras respiramos, mientras vivimos, miles de personas sufren episodios de violencia.
Podemos pararlo. Todo empieza con la determinación de una sola persona con el coraje suficiente para decir basta, levantarse y actuar.
Hagamos que el arma de estos niños sea nuestra voz.
Vosotros tenéis talento, energía, pasión, convicción. Perseguid una causa. Intentadlo. Movilizaos para que la gente pueda ser libre. El mundo digital unido es capaz de parar una guerra. Estamos mejor conectados que nunca. Aprovechémoslo, porque hay muy pocas cosas que no podamos conseguir.