Ser actor es una manera de entender la vida; comporta un compromiso con uno mismo y con la sociedad. Si nuestro trabajo tiene cierta capacidad de convocatoria hasta conseguir ese milagro de que un grupo de personas, a una hora concreta, decida encontrarse en un recinto llamado teatro, pagar una entrada, parar el reloj de su vida y dejar un vacío de dos horas en la agenda para que nosotros lo llenemos con nuestras historias, debemos aprovechar este acto de generosidad. Sería un pecado hacerles perder el tiempo con historias tontas, absurdas. Lo que intentamos es hacerles mejores personas, espiritualmente más ricos que cuando entraron.
A un joven que comienza la carrera de actor, o cualquier otra carrera, le diría:
— No inicies esta carrera porque quieres hacerte rico, sino porque es lo que más te gusta. Planifica, imagínate dónde estarás dentro de diez o veinte años, y piensa qué puedes hacer para que eso se convierta en una realidad.
— Confía en ti, en tus instintos, y empieza a sembrar, llama a puertas, preséntate a castings, a entrevistas y a concursos. No solo debes hacerlo para ese trabajo, sino para toda tu carrera: estás invirtiendo.
— Ten muy claro quién eres tú; no te compares con los demás. Tú solo puedes ser tú.
— Si eres creativo, debes ser consciente de ello y ponerte a crear. Para ser actor, para ser libre, debes ser creativo, y para ser creativo, debes estar dispuesto a arriesgarte. Imagínate en el éxito más grande, pero prepárate para el fracaso más grande. Yo prefiero fracasar en aquello que quiero a tener éxito en aquello que odio.
— Estar un tiempo en el paro no es un fracaso: es un período de tu carrera. Que una persona se encuentre en el paro no tiene que ser negativo, porque uno no vale solo por su trabajo.
El talento es la pequeña chispa que lo enciende todo, que pone en marcha todo el proceso. El talento es la consecuencia de saber lo que uno quiere hacer y no apartarse ni un milímetro de ello. Es el sentido de la responsabilidad, la conciencia de lo que uno hace. La lucha por la calidad y el rigor. Tener talento es ser valiente, atrevido. Es ser una inteligencia clara y libre. Tener grandes objetivos. Plantar un árbol e imaginarse las consecuencias que este hecho tendrá dentro de mil o dos mil años. Tener talento es aportar felicidad a los demás. Estas últimas son palabras de Antón Chéjov, en una preciosa traducción de Feliu Formosa. Este dramaturgo ruso también dice que al hombre le es dado el talento para incrementar aquello que se le ha ofrecido.
Cuando me preguntan cómo nos las arreglamos para memorizar textos tan largos, la respuesta es muy fácil: trabajando. Además de talento, hay que tener empuje, hasta conseguir lo que uno quiere, para ser dueño de su propio destino. Lamentablemente, hay jóvenes que lo están pasando mal. Pero existen soluciones, y tienen que llegar. Todas ellas pasan por no quedarse quieto, por la imaginación. Necesitamos fórmulas imaginativas, porque nos encontramos en un tiempo nuevo que anuncia un orden nuevo y que requiere, para gestionarlo, mucha imaginación. Por muchas puertas que se cierren, hay otras muchas ventanas que se abren, en las nuevas tecnologías, ventanas a las que podemos asomarnos, sacar la cabeza y decir «Eh, estoy aquí: mirad lo que soy capaz de hacer».
Cuando acaba la función, los actores salimos a recibir el reconocimiento del público. No es un acto de vanidad, sino de responsabilidad: queremos conocer el veredicto de la audiencia. Y cuidado con el aplauso: por mucho que aplaudan, nadie sabe mejor que uno mismo si el aplauso de ese día es merecido. Se trata de tener la conciencia tranquila porque has hecho todo lo que podías y más. Entonces puedes sonreír tranquilo y aplaudirte a ti mismo.