Entonces se me ocurrió que era mucho mejor crear algo que se pudiera compartir con mucha gente. Todo empezó como una pequeña comunidad para compartir, The Abundance League, donde durante cinco años la gente pudo practicar esta idea de compartir y vivir en una nueva narrativa.

 A partir de aquel momento, comencé a vivir de una forma diferente; se me abrió todo un nuevo mundo de posibilidades basadas en compartir y me sentí mucho más realizado.

 Pero pronto nos dimos cuenta de que si realmente queríamos conseguir un impacto social y asegurar la continuidad del proyecto, este tenía que ser más grande y tener muchas más derivadas.

 En el 2008 creamos Shareable, con la vocación de sacarle todo el provecho a esta nueva manera de hacer y de convertirla en una nueva industria, en un dinamizador económico. Pensamos en una sociedad interconectada y más transversal, en lugar de una sociedad industrial piramidal que solo buscaba la prosperidad a través del crecimiento económico.

 Ahora, este nuevo movimiento es cada vez más fuerte. La manera en que producimos y consumimos está cambiando muy rápidamente. Por mencionar solo algunos ejemplos: en el mundo hay más de 300 proyectos de tecnología open source, y 18 millones de personas se organizan en cooperativas, que tienen un papel muy importante en las economías locales. Existe un gran ecosistema de personas que capacitan a los individuos para crear y vender productos de una manera que hasta ahora únicamente estaba al alcance de las grandes corporaciones. Esto, solo en Estados Unidos, ya mueve un volumen de 129 000 millones de dólares al año.

 Transporte compartido y espacios de trabajo compartidos, servicios compartidos entre empresas, nuevos modelos que ayudan a las personas a pagar por los bienes solo cuando los necesitan, en lugar de ser sus propietarios.

 ¿Es posible que la economía del compartir sea una solución a la crisis?

Si una ciudad reduce el número de coches, se ahorra mucho dinero. Compartir permite conseguir un cambio sistémico: disminuye el consumo de recursos, aumenta los recursos compartidos y desarrolla la economía local.

 No tenemos ninguna garantía de que esta transición en la que estamos inmersos alcance el impacto necesario para evitar una crisis aún mayor.

 Quizá suene inocente, pero ahora, en un mundo creativo e interconectado, tenemos a nuestro alcance la manera de crear nuevas instituciones en las que todo el mundo sea más responsable y, al mismo tiempo, más feliz.

 Es el momento de correr hacia esta frontera, porque de ello depende vuestra vida. Compartir os puede salvar la vida.

 Este cambio depende de nosotros, y las herramientas las tenemos en nuestras manos.